1 - Kyàlodir, el guerrero.



La batalla ha terminado y nadie se ha dado cuenta de mi presencia. Tú me advertiste; me dijiste que tenga cuidado y no vaya solo ahí porque era arriesgado. Te ofreciste a acompañarme, me dijiste que Tú me protegerías, que darías tu vida por mí, pero yo no quise escucharte. Me fui solo, creyendo que podía hacerlo, que yo era el gran guerrero que pasó tantas cosas por ti y que una simple batalla no me derrotaría, pero fui tonto. Nunca he podido hacer esto solo. Esto de las batallas nunca se me ha dado bien, pero siempre me dabas la victoria porque me acompañabas. E incluso esta vez te ofreciste a ayudarme, pero no quise mirarte, creí que podía solo. Me fui sin armadura a la batalla, tomé mi espada oxidada e imaginaba que era el mejor guerrero de todos. Ahora que lo pienso, me parece ilógico no haber tomado la armadura que me ofreciste. Todas las batallas que libramos nunca han sido sencillas, pero siempre me dijiste que contigo todo era más sencillo, porque las dificultades aquí no se comparan a tu poder y las grandes recompensas que tienes para mí de donde Tú vienes son lo mejor que cualquiera podría imaginarse. Ahora me parece ilógico no haber confiado en tu poder, no haber aceptado que no puedo sin ti y que me protegerías como aquella primera vez cuando nos conocimos y diste tu vida por mí. Ahora estoy aquí, tirado en el piso, con una espada atravesada, sin poder moverme y a punto de dejar de existir. Comienzo a llorar porque te ignoré, porque te olvidé y te reemplacé por algo que nunca me daría todo lo que tú me has dado. Quiero pedirte perdón, quiero volver a verte, quiero que me abraces como siempre lo has hecho cuando necesito a un amigo que me ayude a levantarme cuando caigo. Necesito a aquel que me salvó de la muerte. Te necesito a ti.

Puedo escuchar pasos, tengo miedo; ¿ha llegado mi hora? Pero no. Escucho tu voz. ¡Has venido por mí! A pesar de todo; aunque decidí irme, Tú has venido por mí y me dices que no tema. Sé que Tú lo puedes todo, y aunque mis pensamientos me digan que no podrás perdonarme, algo dentro de mí me dice que has venido para salvarme otra vez. Te arrodillas ante mí y me preguntas qué sucedió. Tú ya lo sabes, pero aun así quieres que te cuente para poder empezar el cambio. Te confieso lo que hice y comienzo a llorar, no por el dolor de la herida que me ha causado la espada, sino por alejarme de Ti. Tú sonríes y ya no siento dolor en comparación a ver tu rostro perdonándome. Yo te digo que quiero depender de Ti y que no quiero volver a alejarme, que quiero que las cosas cambien, pero que quiero nunca te alejes de mí, porque sin Ti no puedo vivir. Tú me dices que nunca lo harás, que soy tu amigo, que soy tu hermano, y pronto algo duele en mí: eres Tú sacando la espada que me atravesaba. Me pregunto qué haces, pero sé que, aunque duela, quieres lo mejor para mí. Pronto la espada termina de salir y Tú la lanzas lejos, muy lejos de mí. Ves mis heridas, mis golpes, y pones tu mano sobre ellos. Pronto dejo de sentir dolor, pronto veo que mi herida está sanando, y pronto te veo teniéndome la mano para poder levantarme. Tan solo puedo decir gracias, pero hay muchas cosas que quisiera decirte, y Tú las sabes bien. Te prometo que desde ahora no quiero alejarme de Ti, que quiero caminar a tu lado. Tú me abrazas y me das de beber. El dolor ya pasó; me has rescatado como aquella vez, cuando merecía morir. Tú eres mi Salvador. Tú sanas mis heridas. Tú me ayudas a caminar. No quiero alejarme de Ti jamás.


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Capítulo 2 >>> rebrand.ly/Kyalodir2

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