Conversaciones Conmigo: El campo de batalla
- A ver, ¿ahora qué pasó?
- Hey, Martin, ¿qué fue?
- ¡No sé! Todo iba bien, todo estaba tranquilo, y ahora… Ay.
- Jajaja no te desesperes, oye. Pero dime qué sucedió.
- Bueno, bueno. Sucede que… ¿te acuerdas que tomé una
decisión la vez pasada con ese tema que sucedió? Ese, pues, el difícil…
- Claro, claro, estuvo bien eso.
- Bien, resulta que ahora esto me está volviendo a acechar.
¡Es horrible! No es la primera vez que me pasa esto.
- ¿En serio? A ver, dame ejemplos…
- Mira. Por ejemplo, hay veces en las que me quiero alejar
de una persona porque no me conviene, porque me es de tropiezo o algo así. Pero
justo cuando decido hacer esto y comienzo a hacerlo, ¡se acerca! ¡Me fastidia
tanto! Es que yo quiero tomar distancia y es como si justo comienzan a pasar
esas cosas para hacerme caer. A veces pasa lo mismo con otras decisiones que
tomo. Sé que están bien, pero, ¿por qué pasa todo eso?
- Ah… ¿Eso era? Jajajaja.
- Oye, ¿cómo que “eso era”?
- Tranquilo, tranquilo, es que es simple y sencillo cuando
te das cuenta de las cosas. ¿No entiendes lo que está pasando?
- Explícate…
- ¿Sabías que estás en una guerra?
- ¿Qué?
- Así es. Una constante lucha en tu mente y corazón. Digamos
que el campo de batalla eres tú, ¿sí? Que todas las cosas malas que tienes y
has acarreado son territorio del enemigo y que tus buenas decisiones y tus
cosas buenas y fuertes son del territorio de aquellos a los que podríamos
llamar los buenos. Bien. Las cosas son así: El enemigo es el Diablo y los
buenos (o bueno, el bueno) es Dios.
Cada vez que tomas una decisión de cambiar algo en lo que estás mal, le estás
comenzando a quitar territorio al Diablo, y eso, déjame decirte, no le gusta
para nada. Es por eso, amigo, que eres constantemente atacado. El Diablo también
te conoce bien, y es porque le has dado tantas libertades en tu vida que conoce
bien por qué pie flaqueas, y quiere hacerte caer por ahí. El que seas atacado,
me atrevería a decir, significa que estás empezando a tomar buenas decisiones,
¿y qué hay que hacer? Pedirle armamento a Aquel que te acompaña. ¡A Dios! Él es
quien te ha dado el poder para resistir al Diablo y para echarlo fuera mediante
Cristo. Hombre, además, ¿no te acuerdas de Primera de Corintios diez trece? “No
os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que
no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también
juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar”
- …
- ¡Dios cuida de ti, Martin! Sí, serás tentado, atacado, el
enemigo querrá hacerte caer; pero, ¿sabes qué? Dios te conoce y sabes cuánto
puedes resistir, y Él no dejará que seas tentado ni atacado más allá de eso. No
es que Él te deje desprotegido, sino que espera que tú recurras a Él en busca
de ayuda. Solo Dios, déjame decirte, es quien te puede ayudar a quitarle
territorio al Diablo en el campo de batalla que es tu corazón. Ya te dije la
vez pasada: ese tipo de cosas van a ser difíciles, sí; pero tienes que estar
feliz, porque Dios es quien está de tu lado. Habrá heridos, pasarán momentos de
hambre, de soledad, pero Dios jamás te desamparará. Él te curará, Él te
proveerá, Él siempre te acompañará; es por eso que tienes que consultar con Él
cada decisión que quieras tomar, y, si estás siendo atacado, ¡cuéntaselo!
Pídele ayuda, recurre a Él. Cristo es tu Salvador, ¡caray! Está para
rescatarte. Y ruégale a Dios que su Espíritu te dé sabiduría, porque momentos
así vendrán en cantidad en el futuro, y no quiero que estés como estás ahorita.
No te frustres, que eso te nubla la vista; solo mira el campo de batalla y
únete a tu Libertador, quien puede quitarte las cadenas y darte una vida
abundante. Hombre, todo va a salir bien.
- Entonces… ¿no es coincidencia ni nada por el estilo? ¿No
significa que simplemente es algo que nunca podré dejar?
- Para nada. Eso no es coincidencia, Martin; son ataques del
Diablo. Y claro que puedes dejarlo, pero no en tus fuerzas. Dios te dará nuevas
fuerzas y revitalizará tu vida para que puedas pasar estos tiempos difíciles
bien y aferrado de su mano. Solo, escúchame bien, tienes que pedírselo.
- Que me dé fuerzas. Genial, tienes razón.
- Vamos, solo te recuerdo lo que ya sabes, y le pido a Dios
que nos dé sabiduría. Al fin y al cabo, somos uno, ¿no?
- Cierto, a veces lo olvido. Bueno, bueno. Entonces
sonriamos.
- ¿Nos tomamos una limonada?
- Cómo no, cómo no…
- Genial, genial. Vamos, seamos fuertes. Somos atacados,
pero nuestro Dios es más que cualquier cosa. Digo, es el Dios Todopoderoso, ¿no?
- Claro que sí.
- Y ahora solo queda algo… Dilo tú.
- Tomar buenas decisiones.
- ¿De la mano de quién?
- De Dios.
- Amén a eso, amigo, amén a eso.
- Gracias, oye.
- A mí no me agradezcas.
- Gracias a Dios.
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