Remember

Flashback
Capítulo 5
Remember
Trece de febrero. Once y cuarenta y siete de la noche. Un joven de veintiséis años, sin polo y desparramado en su cama, miraba al techo con solo una pregunta en su cabeza:
—¿Por qué rayos hace tanto calooor?
Sí, era yo. Y mi ventilador, en lugar de refrescarme, parecía que mandaba todo el aire caliente hacia mí. Pero esta historia no es para quejarme del clima limeño. Esta historia es porque tengo algo que confesar.
Llevaba casi dos meses sin hablarle a Mariana. Y, honestamente, no me había ido mal: en ese lapso, había terminado a tiempo los reportes de la chamba, había salido a pasear con unos amigos, me fui de viaje por Año Nuevo… e incluso conseguí limpiar y ordenar por completo mi cuarto luego de semanas de haber estado abandonado porque estaba recontra ocupado. Bueno, casi por completo.
Haciendo un esfuerzo sobrehumano para dejar mi flojera y mi cansancio, miré hacia el último lugar que me faltaba arreglar: mi librero. Creo que no había tocado esa vaina desde que egresé. No podía seguir procrastinando. Me levanté de mi cama, fui hacia el estante y comencé a sacar todos los libros de Contabilidad que ya no me servían. Hasta que me encontré con una cajita en medio de dos libros anillados de primer año. Me pareció tan extraña que volví a sentarme en mi cama a ver qué tenía. Adentro encontré un cordón de brigadier, un collar con un nombre de promo ridículo, una escarapela… y una hojita doblada.
Cogí el papel y vi lo que tenía.
MARIANA
¿Quieres ir a la promo conmigo?
***
Mariana era un año mayor que yo. Después del cole, Gabo y yo siempre nos íbamos a embarcarla a su paradero. Aunque al inicio Gabriel no quería, poco a poco se fue acostumbrando. Ella era tan rara como nosotros, así que en el camino nos matábamos de la risa hablando de un montón de cosas: desde videojuegos y Star Wars hasta la última película de High School Musical y Camp Rock.
Recuerdo cuando se acercaba su quino (un año antes que el de las demás) y le pregunté si ya tenía chambelán. Dentro de mí esperaba, claro, que me dijera a mí para serlo. Ella me respondió que le parecía una sonsera eso, y que no tendría. Aunque me chocó al inicio, todo cambió cuando ella misma se acercó a mi carpeta en el cole y me dejó la invitación. En la noche de la fiesta estuve casi todo el rato con ella, comiendo y bailando; nunca me había divertido tanto.
Otro día fuimos a ver la última de La momia y nos pasamos toda la película rajando de lo mala que era. De ahí nos dimos una vuelta por el Parque de la Reserva (hasta ahora me rehúso a llamarle «parque de las aguas») y no paramos hasta quedar empapados. Éramos inseparables.
Y es por eso que, incluso con roche y con miedo de que me choteara y perdiera su amistad, me animé a pedirle que fuera mi pareja de promo luego de que Gabo me dijera que lo haga un día. Recuerdo cuando, un minuto después de que llegara a su sitio, el papelito volvió a mí. Mis manos temblaban cuando lo abrí.
MARIANA
¿Quieres ir a la promo conmigo?
SÍ                    NO
LUCHO
Y al final de todo, una nota escrita con lapicero morado:
Pensé que nunca lo preguntarías, monse.
Sonreí.
***
Habían pasado diez años y ya no veía la nota de la misma manera que cuando tenía dieciséis, pero recordar esos buenos tiempos con Mariana frente a ese papelito ahora ya viejo y medio amarillento me hizo sonreír un poquito. Y como si fuera una mala broma del destino, el reloj de mi cuarto sonó, indicando que ya eran las doce, y mi celular vibró. Cuando lo vi, había un mensaje:
Mariana: Heeeey Luis! feliz dia de la amistad!
Me quedé mirando la pantalla hasta que se volvió a apagar. Suspiré y tragué saliva. Por más que intentaba dejar mi celular, parecía como si estuviera pegado a mis manos. Pasaron no sé cuántos minutos hasta que finalmente lo puse sobre mi escritorio y me fui a la cocina, dejando atrás una pantalla encendida y un mensaje recién enviado:
Hola Mar! Feliz día

Y eso es lo que debo confesar. No he dejado de hablar con ella desde ese catorce de febrero.

Fuente: Unsplash

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