Conversaciones Conmigo: Morderse la lengua.
–¿Qué pasa? ¡Au, oye! No te muerdas la lengua, a mí también
me duele.
–¡Es que, Yo! ¡Ya sabes!
–… Bueno, sí. Pero igual cuéntame. Es mejor cuando lo
tomamos así. Pero primero cuenta hasta diez.
–Vamos, eso no funciona…
–Que cuentes he dicho.
–Como quieras… Uno dos tres cuatro, cinco, seis, siete,
ocho… nueve… diez.
–¿Mejor?
–Algo.
–Bien. Ahora sí: dime qué pasó.
–Pues sabes que soy bastante terco.
–Eso ni dudarlo.
–Bien. Pues cuando alguien me refuta algo, algo con
fundamentos sólidos, y yo no sé qué decir; me enfado. Me enfado porque creo
tener la razón ¡y no la tengo! Es tan frustrante. Quiero hacer lo que sea para
demostrarle a la otra persona cómo estoy, lo que siento. Quisiera gritar, pero
lo que hago es morderme la lengua.
–Interesante… Pero no creo que sea el modo correcto de
refrenar la lengua.
–Aún no termino. Lo mismo pasa cuando me hieren: al
sentirme así, busco herir también al otro. ¡Que sienta lo que siento! No es
bonito sentirse así, ¿sabes?
–Lo sé, lo sé, Martin.
–Sigo. Entonces, creo que realmente debo querer mucho a
alguien para guardarme eso que siento y…
–¡Wow! ¡Un momento! ¡No te guardes las cosas! No ayudarás,
no ayudarás. Tranquilo.
–¡Pero es que me molesta! ¡Me molesta y quisiera que vean
cómo me siento! A veces hago tantas cosas por los demás, también, y siento que
son muy injustos conmigo. ¡No me entienden!
–Respira hondo…
–… Bien… Es que no entiendo. Pero, de algún modo, siento
que tengo la respuesta tan cerca. Siento que esto es por algo.
–Veamos. Bacán que te refrenes, ¿ya? Es bueno que cuides tu
lengua cuando estás enfadado, ya que podrías causar más problemas de los que ya
tienes. Sin embargo, no se basa solo en un hecho de morderse la lengua. No te
debes hacer daño a ti mismo. Puede que solo sea una lengua, ¿ya? Pero es
gracias a ella que puedes hablar. Es gracias a ella que ayudas a muchas
personas con tus palabras y es ella quien te metió en muchos líos tantas veces.
Sin embargo, es parte de ti y no debes hacerte daño. Al contrario, el hecho de
refrenar tu lengua o buscar defenderte a
toda costa debe ser consecuencia del amor.
–¿Qué rayos?
–Mira, mira, para que me entiendas bien. Discutes con
alguien, ¿sí? Esa persona te hace enfadar o te hace sentir mal y tú lo que
haces es morderte la lengua para guardarte lo que sientes. Pero no haces más
que acumular eso que sientes para que en algún momento llegues a estallar. Sin
embargo, si realmente amas a esa persona (y me refiero a un amor de amistad, o
familiar, o lo que sea), vas a callar para luego mostrarle el significado de
todo, para decirle lo que sentiste y para fortalecer la relación que tienes con
esa persona, como la amistad.
–Creo que voy entendiendo.
–Mira a Cristo. Él fue detestado por hablar lo que Dios
quería hablar, fue atrapado injustamente, fue azotado y fue crucificado. En
todo el proceso de sus últimas horas él no se quejó. Él no detuvo todo eso que
estaba pasando, ¡y vaya que podía hacerlo! Él no paró hasta morir en la cruz y
resucitar al tercer día. Pero antes había hablado con sus discípulos acerca de
lo que él iba a pasar, y oró en el Getsemaní cerca de ellos y le dijo a Dios
cómo se sentía. Pero prefirió hacer la voluntad del Padre. Cristo murió por
amor a toda la humanidad, y al resucitar venció a la muerte y volvió a
encontrarse con sus discípulos para que ellos puedan entender el propósito de
todo lo que había sucedido. No es un hecho de solo sufrir silenciosamente; es
algo que implica una amistad previa, el conocer a la otra persona, el recurrir
a Dios y el hablar para explicarlo todo. Además, dicen que los problemas se
solucionan hablando, ¿no? Y Cristo no solo les mandó un mensaje de voz a sus
discípulos. Él no solo les hizo oír su voz, sino que se apareció con ellos y
habló con ellos. El perdonar, Martin, no significa olvidar, sino significa amar
a la otra persona, experimentar el amor de Dios y…
–… Y aplacar el orgullo. No puedes perdonar si no recibes
el perdón de Dios. ¡Y Él quiere darlo! Él quiere perdonarte y librarte de todo
resentimiento, de toda discusión y problema con un hermano o con un amigo. Entiendo.
El perdonar no te hace amar a la otra persona; sino que el amar a la otra
persona, practicando el amor que tiene Dios por ti, te hace perdonarla también.
Es difícil, eh.
–Muchísimo, muchísimo. Una vez escuchamos que “el perdonar
es difícil porque es como cargar dos veces con la falta”. Es pedirle perdón a
Dios (porque toda discusión involucra, como mínimo, a dos personas), perdonar
en el corazón y luego pedir perdón a la otra persona también. Es…
–…Humillarse. Reaccionar diferente. Uno espera que la otra
persona reaccione mal, aun así no lo diga o no lo piense en el momento. Pero
cuando realmente se quiere lograr algo, no se trata solo de morderte la lengua,
sino también de hablar.
–¿Entonces ya estás más tranquilo?
–Así parece. Dios me perdona mis faltas, yo debo hacerlo
también.
–¿Y qué vas a hacer ahorita?
–Pedirle perdón.
–Te acompaño.
–… Bien… ¿Hola? Sí. Oye, u-una cosa… Eh… ¿cuándo podemos
hablar? Sí, sí… ¿En serio? Bueno, pues yo te llamé primero, jajaja. ¿E-entonces
mañana? Genial. Bueno, ya es tarde, te dejo descansar. Sí, sí. Okay, cuídate.
¡Nos vemos!
Fuente: YouTube
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